lunes, 3 de diciembre de 2007

INTRUSISMO EDUCACIONAL

DR. NELSON CAMPOS VILLALOBOS

Intrusismo deviene de intruso. Ejercicio de actividades profesionales por persona no autorizada para ello. Puede constituir delito (Diccionario de la RAE).
Lamentablemente, parece que cualquier persona está autorizada para ejercer como docente o cumplir funciones propias de un educador titulado. Veamos la situación en el país: cualquier persona con cualquier titulación puede ser Ministro de Educación, Director de la alta burocracia educacional o dirigir instituciones de educación superior. En cambio, para esta misma sociedad, resulta inconcebible que el Ministro de Justicia no sea abogado, el de Salud médico, el de economía economista o que el de agricultura no conozca del ramo. En cambio, rara vez se ha nombrado a un educador como Ministro. La argumentación para que la educación nacional sea realmente eficaz y eficiente está en dejar los puestos superiores a educadores experimentados y en lo posible con el grado de doctor en educación. De otra manera estaremos tratando de enseñar chino o inglés en las escuelas sin tratar primero de lograr una enseñanza adecuada y de calidad en el idioma patrio; o bien estaremos diseñando reformas que no convencen ni a los alumnos ni a sus padres o estaremos acreditando universidades que carecen de doctores y de personal docente capacitado o prolongaremos la jornada escolar sin tener actividades claras para los estudiantes, o dispondremos de maestros formados en cursos a distancia. Para peor, podremos tener como hace un par de años, a los estudiantes de media movilizados, con gran madurez, en una exigencia inédita por la calidad de la educación. Esta lucha no la imaginaron ni siquiera los pedagogos activos, ni menos los burócratas del Ministerio de Educación, quienes en su insigne ignorancia no se dieron cuenta que no basta con estar en un cargo fiscal, recibiendo un sueldo para ser educadores o encargados de la supervisión de los que enseñan.
Para avanzar en calidad educacional lo primero es tener autoridades idóneas y educadores competentes. El gremio de los maestros, que cuenta con una gran masa de afiliados y que potencialmente podría ser de gran peso social, moral y profesional, debería luchar por disponer de un estatuto que garantice eliminar el intrusismo en las aulas y en la burocracia educacional.
No es sensato que por décadas, incluso universidades estatales, hayan formado maestros a distancia o con un mínimo de horas presenciales. Ese es un afán de hacer dinero sin pensar en las consecuencias de los actos. El Estado ha mostrado un enorme descuido, una negligencia monumental al permitir esa situación que es verdaderamente anti-pedagógica. De Estado que enseña (Estado Docente) pasó, en esa situación, a la condición de Estado permisivo y cómplice de ese despropósito. ¿Cómo no ser un pedagogo indignado?, diría Paulo Freire si hubiese vivido para conocer esta realidad chilena. Solamente educadores de alta jerarquía académica poseen la capacidad de reflexión filosófica y pedagógica de la que carecen los intrusos, que pueden saber mucho de política pero ello no reemplaza al saber propio del profesional de la educación.
Hace poco le pregunté a un funcionario medio del Ministerio de Educación por qué no hay doctores en esa repartición y me contestó: el Ministerio no es técnico; es político. Con eso se me aclararon las ideas. Hay que desmontar a los miles de funcionarios políticos que están de más y cambiarlos por algunas decenas de doctores. El cambio sería inmediato.
Otra muestra: la persona que estuvo a cargo de las políticas públicas educacionales de las últimas décadas, resultó no solamente ser un intruso, sino un impostor, pues si bien figuraba como "Doctor por la Universidad de Oxford; Abogado de la PUC y Sociólogo de la misma universidad" apenas tiene licencia de educación media, como terminó reconociendo en la prensa. Una persona deshonesta como esa condujo todas las reformas fracasadas de los últimos 17 años. Nadie, en toda la administración pública, se molestó en pedirle al menos una fotocopia de título. Simplemente, porque era militante de un partido.

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