Dr. Nelson Campos Villalobos
Las universidades, como espacio destinado al pensamiento y a la investigación, tienden a seguir modelos aprendidos en cuanto al quehacer docente. El académico aprende de otros académicos y a veces mantiene durante toda su vida laboral el mismo estilo de enseñanza.
Pero, los tiempos han cambiado, y las exigencias sociales y las presiones de los estudiantes, hacen que la labor de los académicos esté girando en 180 grados. Antes, la formación inicial en las carreras estaba dada por un centrarse en la enseñanza. El profesor, al igual que en la edad media, basaba su labor en mantenerse al día en su especialidad y en trasmitirla directamente al estudiante mediante un estilo magistral, en que la exposición en la clase y la lectura obligatoria constituía la manera en que el alumno aprendía. El académico escoge las lecturas y agobia al estudiante en carreras hacia la biblioteca o a la central de apuntes, entidad existente en muchas instituciones, en donde, en violenta trangresión a la ética mínima, se fotocopian los textos. La participación del estudiante es mínima, pues así no encauza sus conocimientos, porque no sabe qué estudiar si no lo indica expresamente el maestro. No hay crítica alguna en esa metodología. En la lejana edad media, al menos había un encendido debate de ideas entre los alumnos y el maestro, a quien ellos pagaban y se sentían por lo mismo con el derecho a exigir sus conocimientos en forma clara y en permanente discusión. El modelo actual, anticuado a estas alturas, se gestó y desarrolló entre los siglos XVI al XX, sin mayores innovaciones. Es evidente que siempre han existido maestros que se han revelado contra el sistema, buscando didácticas más participativas. Pero sería necesario que todo el cuerpo de académicos esté involucrado en el nuevo modelo para poder llegar a hacer cambios.
Basta un ejemplo para darse cuenta de esta realidad. El académico universitario actual, en Chile, que labora en varias instituciones, pagado por horas, no tiene tiempo para enseñar en forma distinta y creativa. No le importa el estudiante, que pasa a ser solamente un medio para que el maestro subsista económicamente. Kant, que fue profesor universitario toda su vida –y un excelente académico como señalaron en su momento sus alumnos- se extrañaría si conociera el sistema universitario chileno, especialmente en cuanto a metodologías didácticas. Acuérdese el lector que Kant escribió un pequeño tratado de pedagogía que puede aún leerse con provecho.
También me llama la atención que en casi ninguna facultad de educación exista una unidad de Alta Pedagogía que sirva de referente, de modelo y de enseñanza para los académicos que no son docentes de profesión. Si los que forman a los alumnos de pedagogía fuesen tan buenos en su quehacer, sin duda que estarían formando escuela dentro de la universidad. Si no es así, es porque los demás no ven en ellos ese referente profesional.
EL CAMBIO EN LA DOCENCIA UNIVERSITARIA
Un vuelco se produce cuando se descubre una nueva mirada al rol del docente universitario, imaginándolo ya no centrado en el enseñar, sino en el aprendizaje del alumno. Lo que se quiere promover ahora no es la distancia de conocimientos entre el que enseña y el que aprende, en un accionar alejado de la vida real y de la práctica laboral. Literalmente, el académico tradicional se enclaustró en el proceso, alejándose de lo práctico y ahondando mucho, quizás demasiado, en la teoría, en lo libresco acrítico. Para mí, es absurdo pretender entregar a los futuros maestros un mar de conocimientos de apenas un centímetro de espesor. Creo que lo importante es centrarse en aquellos saberes que justifican lo que debe saber un maestro en la sala de clases. Veamos cómo conciliar esos saberes con la enseñanza de la pedagogía.
Una forma de atender a la nueva formación de maestros, es empleando el modelo educativo llamado ABC, es decir, el Aprendizaje Basado en Competencias. Pero atención: este es un simple modelo de enseñanza y como tal tiene serias deficiencias, puesto que lo que realmente es valioso en el proceso de enseñanza-aprendizaje es el currículo oculto, lo que no se ve pero que acompaña al proceso de adquirir conocimientos. Son los valores, la autodisciplina, el pensamiento crítico, la lógica de lo cotidiano lo que permite lograr competencias.
Las universidades, como espacio destinado al pensamiento y a la investigación, tienden a seguir modelos aprendidos en cuanto al quehacer docente. El académico aprende de otros académicos y a veces mantiene durante toda su vida laboral el mismo estilo de enseñanza.
Pero, los tiempos han cambiado, y las exigencias sociales y las presiones de los estudiantes, hacen que la labor de los académicos esté girando en 180 grados. Antes, la formación inicial en las carreras estaba dada por un centrarse en la enseñanza. El profesor, al igual que en la edad media, basaba su labor en mantenerse al día en su especialidad y en trasmitirla directamente al estudiante mediante un estilo magistral, en que la exposición en la clase y la lectura obligatoria constituía la manera en que el alumno aprendía. El académico escoge las lecturas y agobia al estudiante en carreras hacia la biblioteca o a la central de apuntes, entidad existente en muchas instituciones, en donde, en violenta trangresión a la ética mínima, se fotocopian los textos. La participación del estudiante es mínima, pues así no encauza sus conocimientos, porque no sabe qué estudiar si no lo indica expresamente el maestro. No hay crítica alguna en esa metodología. En la lejana edad media, al menos había un encendido debate de ideas entre los alumnos y el maestro, a quien ellos pagaban y se sentían por lo mismo con el derecho a exigir sus conocimientos en forma clara y en permanente discusión. El modelo actual, anticuado a estas alturas, se gestó y desarrolló entre los siglos XVI al XX, sin mayores innovaciones. Es evidente que siempre han existido maestros que se han revelado contra el sistema, buscando didácticas más participativas. Pero sería necesario que todo el cuerpo de académicos esté involucrado en el nuevo modelo para poder llegar a hacer cambios.
Basta un ejemplo para darse cuenta de esta realidad. El académico universitario actual, en Chile, que labora en varias instituciones, pagado por horas, no tiene tiempo para enseñar en forma distinta y creativa. No le importa el estudiante, que pasa a ser solamente un medio para que el maestro subsista económicamente. Kant, que fue profesor universitario toda su vida –y un excelente académico como señalaron en su momento sus alumnos- se extrañaría si conociera el sistema universitario chileno, especialmente en cuanto a metodologías didácticas. Acuérdese el lector que Kant escribió un pequeño tratado de pedagogía que puede aún leerse con provecho.
También me llama la atención que en casi ninguna facultad de educación exista una unidad de Alta Pedagogía que sirva de referente, de modelo y de enseñanza para los académicos que no son docentes de profesión. Si los que forman a los alumnos de pedagogía fuesen tan buenos en su quehacer, sin duda que estarían formando escuela dentro de la universidad. Si no es así, es porque los demás no ven en ellos ese referente profesional.
EL CAMBIO EN LA DOCENCIA UNIVERSITARIA
Un vuelco se produce cuando se descubre una nueva mirada al rol del docente universitario, imaginándolo ya no centrado en el enseñar, sino en el aprendizaje del alumno. Lo que se quiere promover ahora no es la distancia de conocimientos entre el que enseña y el que aprende, en un accionar alejado de la vida real y de la práctica laboral. Literalmente, el académico tradicional se enclaustró en el proceso, alejándose de lo práctico y ahondando mucho, quizás demasiado, en la teoría, en lo libresco acrítico. Para mí, es absurdo pretender entregar a los futuros maestros un mar de conocimientos de apenas un centímetro de espesor. Creo que lo importante es centrarse en aquellos saberes que justifican lo que debe saber un maestro en la sala de clases. Veamos cómo conciliar esos saberes con la enseñanza de la pedagogía.
Una forma de atender a la nueva formación de maestros, es empleando el modelo educativo llamado ABC, es decir, el Aprendizaje Basado en Competencias. Pero atención: este es un simple modelo de enseñanza y como tal tiene serias deficiencias, puesto que lo que realmente es valioso en el proceso de enseñanza-aprendizaje es el currículo oculto, lo que no se ve pero que acompaña al proceso de adquirir conocimientos. Son los valores, la autodisciplina, el pensamiento crítico, la lógica de lo cotidiano lo que permite lograr competencias.
El concepto de competencia, sin un referente valórico, reduce a lo técnico las habilidades del ser humano y como ellas son prácticamente infinitas, pretender diagnosticar y apartar las que se se requieren es un proceso tan complejo que puede llevar a efectos perversos inesperados. El ser humano no puede ser tratado como un robot ni el aula universitaria es una caja de Skinner para hacer experimentos con los futuros pedagogos.
Pero no quiero desanimar al lector que se interesa en el tema de las competencias en el aprender. En otro momento trataré las debilidades del modelo. Por ahora me limitaré a explicarlo con mucha sencillez.
Como existe amplia información en la red sobre este tema, quisiera ahora hacer solamente un breve recuento de sus principios, esperando despertar el apetito por saber más sobre este tema.
PRINCIPIOS BASICOS DEL ABC
1.- Se basa en un perfil del egresado; se investiga en el medio laboral cuál es el verdadero quehacer del profesional, se determinan los saberes teóricos y prácticos que van con ese perfil. El estudiante puede conocer desde el comienzo de la carrera qué se espera de él para cuando reciba su título; conoce el por qué existen determinadas asignaturas en el currículo y sabe cuáles son las habilidades que serán evaluadas y las destrezas pedagógicas que deberá tener a la época de su egreso.
2.- Por su parte, los académicos, unidos por su interés en el nuevo proceso, aunan sus esfuerzos para que el modelo funcione; seleccionan las competencias para adecuar los contenidos al logro de ellas; buscan la participación del estudiante, le informan sobre esas competencias y el estudiante siempre sabrá que se evaluará y qué se espera de sus aprendizajes. Como un capitán de barco, el directivo del proceso, ya sea el Decano o el Jefe del Departamento de Educación, sabe siempre en qué rumbo y hacia donde se dirige la formación de sus estudiantes.
3.- La nueva visión es holística: interesa la globalidad, interesa lo que hará y será el profesor de aula al término de su formación. El perfil profesional es el que guía todo el proceso de formación, incluyendo la alta tecnología didáctica que debe emplear cada uno de los académicos formadores.
4.- Si el perfil profesional orienta al proceso formativo, las competencias son las que guían a todo ese proceso. Es decir, todo parte y todo termina en las competencias, en una alimentación constante de la evaluación del logro formativo.
Las competencias son, en resumen, las tareas o procederes de tipo laboral que desempeña realmente el egresado; el perfil del egresado es, entonces, lo que hace, el cómo lo hace y por qué lo hace.
5.- Las competencias se originan y se fundamentan en el hacer, en el ejercicio cotidiano de la profesión de maestro. Esta visión es ecológica, porque el maestro se forma en un medio, vive y labora en él y sus formadores son parte importante de ese mismo medio.
6.- Si se conoce perfectamente cuáles son las competencias profesionales, se puede diseñar la duración de los aprendizajes, la forma y periodicidad de las evaluaciones y la medición práctica de los saberes. Por lo mismo, la Escuela de Prácticas debe ser una realidad y estar cerca del lugar donde se forman los maestros, para que los estudiantes que aplican los saberes, sepan siempre como funcionan en el medio efectivo sus modelos, que son los profesores en ejercicio.
Como existe amplia información en la red sobre este tema, quisiera ahora hacer solamente un breve recuento de sus principios, esperando despertar el apetito por saber más sobre este tema.
PRINCIPIOS BASICOS DEL ABC
1.- Se basa en un perfil del egresado; se investiga en el medio laboral cuál es el verdadero quehacer del profesional, se determinan los saberes teóricos y prácticos que van con ese perfil. El estudiante puede conocer desde el comienzo de la carrera qué se espera de él para cuando reciba su título; conoce el por qué existen determinadas asignaturas en el currículo y sabe cuáles son las habilidades que serán evaluadas y las destrezas pedagógicas que deberá tener a la época de su egreso.
2.- Por su parte, los académicos, unidos por su interés en el nuevo proceso, aunan sus esfuerzos para que el modelo funcione; seleccionan las competencias para adecuar los contenidos al logro de ellas; buscan la participación del estudiante, le informan sobre esas competencias y el estudiante siempre sabrá que se evaluará y qué se espera de sus aprendizajes. Como un capitán de barco, el directivo del proceso, ya sea el Decano o el Jefe del Departamento de Educación, sabe siempre en qué rumbo y hacia donde se dirige la formación de sus estudiantes.
3.- La nueva visión es holística: interesa la globalidad, interesa lo que hará y será el profesor de aula al término de su formación. El perfil profesional es el que guía todo el proceso de formación, incluyendo la alta tecnología didáctica que debe emplear cada uno de los académicos formadores.
4.- Si el perfil profesional orienta al proceso formativo, las competencias son las que guían a todo ese proceso. Es decir, todo parte y todo termina en las competencias, en una alimentación constante de la evaluación del logro formativo.
Las competencias son, en resumen, las tareas o procederes de tipo laboral que desempeña realmente el egresado; el perfil del egresado es, entonces, lo que hace, el cómo lo hace y por qué lo hace.
5.- Las competencias se originan y se fundamentan en el hacer, en el ejercicio cotidiano de la profesión de maestro. Esta visión es ecológica, porque el maestro se forma en un medio, vive y labora en él y sus formadores son parte importante de ese mismo medio.
6.- Si se conoce perfectamente cuáles son las competencias profesionales, se puede diseñar la duración de los aprendizajes, la forma y periodicidad de las evaluaciones y la medición práctica de los saberes. Por lo mismo, la Escuela de Prácticas debe ser una realidad y estar cerca del lugar donde se forman los maestros, para que los estudiantes que aplican los saberes, sepan siempre como funcionan en el medio efectivo sus modelos, que son los profesores en ejercicio.
1 comentario:
Estimado Dr Nelson:
Aprecio sus consideraciones, y me agrada que exalte la figura de Kant, que es en definitiva el que reoganizó dos posturas epistemológicas de la filosofía..
LIC CARLOS ALBERTO GOMEZ. ARGENTINA
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