DR. NELSON CAMPOS VILLALOBOS
Tengo una gran, una enorme pregunta que hacer: ¿Cómo es posible en Chile invertir tanto dinero en educación para obtener tan malos resultados?
Un padre en una reunión de apoderados.
Para hacer propuestas y llevarlas a cabo, es preciso siempre un diagnóstico de la realidad, centrado en la transparencia de la información. En la terminología de Kant, a posteriori hemos buscado los datos, muchos de ellos emanados de la autoridad educacional, los que a veces suelen estar maquillados y en ese caso hay que recurrir a la hermenéutica para encontrar la verdad. Para mayor información puede el lector ver los dos tomos de mi Historia de la Enseñanza Obligatoria en Chile 1810-1999 (2000) y el primer tomo de Historia del Pensamiento pedagógico en Chile. Una visión crítica (2002).
Un gran pensador contemporáneo español, Fernado Savater (1999:176) señala que La justicia es a la vez explicación de lo que hay y propuesta de lo que debería haber. Por eso, nada mejor que esa idea para iniciar este capítulo. Ya hemos revisado lo que hay en la educación nacional, veamos que podríamos hacer con ella para lograr más libertad, justicia, equidad e igualdad en nuestra sociedad.
Antes, es preciso hacer un alcance epistemológico. En este capítulo hablaremos de calidad y el término lo usaremos más de veinte veces en unas pocas páginas, por lo que vale la pena detenernos un poco en el análisis de esta palabra. Calidad en su acepción de excelencia, superioridad, grado de excelencia, viene del latín qualitatem, acusativo de qualitas (radical qualitat), calidad, cualidad. En referencia a la educación, la calidad puede derivarse de un mejor nivel o grado de excelencia en dos vertientes: lo cualitativo y lo cuantitativo. Por eso, hay que precisar cuál es la vertiente en análisis para saber de qué estamos realmente hablando.
1. Calidad (cualitativa): se expresa en las habilidades denominadas universales que los alumnos deben adquirir en función del tiempo y el nivel de escolaridad en que se encuentran. Ese nivel lo llamaremos de logro y se compone de habilidades lingüísticas, motoras, lógicas, matemáticas y de comprensión del mundo y el universo. Esta calidad se mide por el dominio de contenidos, evaluados con pruebas debidamente estandarizadas. 2. Calidad (cuantitativa): se refiere a componentes ecológicos del medio escolar, como equipamiento pedagógico, idoneidad y experiencia de los docentes y directivos, acceso a la escuela por diversos medios de transporte, alimentación complementaria, relación con el medio local, pertinencia del establecimiento en cuanto a estructura y arquitectura, calefacción, ventilación, etc. Esta calidad no es difícil de medir con escalas adecuadas, de la misma manera que se mide, por ejemplo, la calidad de un establecimiento hotelero o de un hospital.
3. Ambos tipos de calidad educacional se miden para poder reducir la desigualdad que se encuentre, de manera de homogeneizar dónde haga falta, no para cerrar la brecha porque esa tarea es imposible en el corto plazo, pero si sabemos en donde invertir, en qué invertir y para qué hacerlo, estaremos avanzando en el sentido correcto y justo.
Desde un punto de vista de investigación educacional es preocupante que se pretenda medir a todo el sistema educacional chileno, público y privado, en todo el extenso territorio, con diversidad étnica, geográfica, de clima, de más o menos dificultad de acceso, con mayor o menor acceso a bienes culturales, de mayor o menor pobreza, con lenguaje étnico como segunda lengua, con diversidad de cultura, etc. con la misma prueba. No me extraña que los resultados, consistentemente, sean menores en la población menos favorecida. Es que hasta el vocabulario empleado por lo niños es diferente y sus habilidades para entender determinados conceptos no son las mismas. Habría que hacer una depuración conceptual-cultural en las pruebas del SIMCE para que las groseras medidas actuales nos digan realmente dónde poner el esfuerzo remedial para superar las diferencias. De otra manera, los puntajes brutos no nos dicen nada más que hay una variación entre los grupos testados porque son diferentes.
Examinemos , en esta argumentación, la problemática que debemos reconocer antes de iniciar cualquier propuesta de mejoramiento de la calidad de la enseñanza.
1.- PRIMERO, RECONOCER QUE LA SOCIEDAD CHILENA NO ESTA ORDENADA, QUE NO ES JUSTA
Tengo una gran, una enorme pregunta que hacer: ¿Cómo es posible en Chile invertir tanto dinero en educación para obtener tan malos resultados?
Un padre en una reunión de apoderados.
Para hacer propuestas y llevarlas a cabo, es preciso siempre un diagnóstico de la realidad, centrado en la transparencia de la información. En la terminología de Kant, a posteriori hemos buscado los datos, muchos de ellos emanados de la autoridad educacional, los que a veces suelen estar maquillados y en ese caso hay que recurrir a la hermenéutica para encontrar la verdad. Para mayor información puede el lector ver los dos tomos de mi Historia de la Enseñanza Obligatoria en Chile 1810-1999 (2000) y el primer tomo de Historia del Pensamiento pedagógico en Chile. Una visión crítica (2002).
Un gran pensador contemporáneo español, Fernado Savater (1999:176) señala que La justicia es a la vez explicación de lo que hay y propuesta de lo que debería haber. Por eso, nada mejor que esa idea para iniciar este capítulo. Ya hemos revisado lo que hay en la educación nacional, veamos que podríamos hacer con ella para lograr más libertad, justicia, equidad e igualdad en nuestra sociedad.
Antes, es preciso hacer un alcance epistemológico. En este capítulo hablaremos de calidad y el término lo usaremos más de veinte veces en unas pocas páginas, por lo que vale la pena detenernos un poco en el análisis de esta palabra. Calidad en su acepción de excelencia, superioridad, grado de excelencia, viene del latín qualitatem, acusativo de qualitas (radical qualitat), calidad, cualidad. En referencia a la educación, la calidad puede derivarse de un mejor nivel o grado de excelencia en dos vertientes: lo cualitativo y lo cuantitativo. Por eso, hay que precisar cuál es la vertiente en análisis para saber de qué estamos realmente hablando.
1. Calidad (cualitativa): se expresa en las habilidades denominadas universales que los alumnos deben adquirir en función del tiempo y el nivel de escolaridad en que se encuentran. Ese nivel lo llamaremos de logro y se compone de habilidades lingüísticas, motoras, lógicas, matemáticas y de comprensión del mundo y el universo. Esta calidad se mide por el dominio de contenidos, evaluados con pruebas debidamente estandarizadas. 2. Calidad (cuantitativa): se refiere a componentes ecológicos del medio escolar, como equipamiento pedagógico, idoneidad y experiencia de los docentes y directivos, acceso a la escuela por diversos medios de transporte, alimentación complementaria, relación con el medio local, pertinencia del establecimiento en cuanto a estructura y arquitectura, calefacción, ventilación, etc. Esta calidad no es difícil de medir con escalas adecuadas, de la misma manera que se mide, por ejemplo, la calidad de un establecimiento hotelero o de un hospital.
3. Ambos tipos de calidad educacional se miden para poder reducir la desigualdad que se encuentre, de manera de homogeneizar dónde haga falta, no para cerrar la brecha porque esa tarea es imposible en el corto plazo, pero si sabemos en donde invertir, en qué invertir y para qué hacerlo, estaremos avanzando en el sentido correcto y justo.
Desde un punto de vista de investigación educacional es preocupante que se pretenda medir a todo el sistema educacional chileno, público y privado, en todo el extenso territorio, con diversidad étnica, geográfica, de clima, de más o menos dificultad de acceso, con mayor o menor acceso a bienes culturales, de mayor o menor pobreza, con lenguaje étnico como segunda lengua, con diversidad de cultura, etc. con la misma prueba. No me extraña que los resultados, consistentemente, sean menores en la población menos favorecida. Es que hasta el vocabulario empleado por lo niños es diferente y sus habilidades para entender determinados conceptos no son las mismas. Habría que hacer una depuración conceptual-cultural en las pruebas del SIMCE para que las groseras medidas actuales nos digan realmente dónde poner el esfuerzo remedial para superar las diferencias. De otra manera, los puntajes brutos no nos dicen nada más que hay una variación entre los grupos testados porque son diferentes.
Examinemos , en esta argumentación, la problemática que debemos reconocer antes de iniciar cualquier propuesta de mejoramiento de la calidad de la enseñanza.
1.- PRIMERO, RECONOCER QUE LA SOCIEDAD CHILENA NO ESTA ORDENADA, QUE NO ES JUSTA
Para enmendar una situación, hay que empezar por reconocer las propias faltas, negligencias y olvidos.Por esto, en el análisis desde la teoría de la justicia, podemos señalar que en este momento, por no estar la sociedad chilena ordenada, no puede ser justa. Se requiere que el Estado asuma a la educación como una empresa moral, que sirve al desarrollo como ninguna otra obra nacional lo puede hacer. Si deseamos ordenar a la sociedad, debemos partir por el gran consenso nacional de cómo abordar la educación, qué esperamos de ella y proceder en consecuencia.
Para ese consenso, los educadores deben partir desde la posición original teórica, con pureza de propósitos, para introducir en los niños desde su más tierna edad, los grandes principios morales societarios, que por ser justos y buenos pueden y deben aceptarse. Este reconocimiento puede servir como un inicio, como un punto de partida para la sociedad justa que algún día tendremos. La pedagogía de la justicia, como la entendemos aquí, puede basarse en nuestra proposición, explicitada en un libro publicado por este autor en 2006 (Filosofía de la Educación: la búsqueda de justicia en una sociedad injusta). La propuesta pasa por la búsqueda de consenso nacional y llega hasta la redistribución justa del ingreso, que actualmente produce una fuerte inequidad y por tanto, desigualdad social.
La participación ciudadana requiere del aporte de los jóvenes, que debe hacer valer su derecho a voto, pues ¿De qué otra manera puede presionar por sus derechos? Los políticos como grupo y como clase social auto-conformada, están envejeciendo y se requerirá su renovación en el mediano plazo. Una tarea de ellos es interesar en la cosa pública a la juventud, mediante su ejemplo, su honestidad y demostrando su apego a la solidaridad, la igualdad, la equidad y la justicia, virtudes que no han sabido integrar a su imagen de servidores públicos. El cambio de imagen debe incluir la transparencia de los ingresos de los políticos, pues ese dinero nos pertenece a todos y es justo saber en qué y cómo se gasta el dinero del pueblo en el aparato público. Lo mismo debe ocurrir con los dineros reservados que maneja la alta burocracia de la nación. La autoridad educacional debiera justificar con logros toda la enorme inversión que para Chile ha significado el gasto en los últimos diez o doce años. Descuidar este aspecto es cometer un acto hostil.
En una perspectiva ética, se comete un acto hostil cuando no se atiende a los aspectos éticos que hay detrás de un problema social. No significa que quien comete ese acto no esté de acuerdo con el código moral subyacente. Este acto es una agresión a la comunidad toda y sus efectos serán siempre perversos, entendiendo con este término a las consecuencias no deseadas ni previstas de una acción. Las consecuencias perversas pueden ser: el desánimo ante un accionar que no produce resultados; una irritación hacia las autoridades educacionales y políticas; alejamiento de los jóvenes de una actividad pedagógica que no tiene el apoyo ni el respeto de la sociedad por su carencia de logros.
2.- RECONOCER LA INEFICACIA DE LAS POLITICAS EDUCACIONALES IMPLEMENTADAS DESDE LOS AÑOS 90 Y PLANTEAR UNA REINGENIERÍA TOTAL DE LA ENSEÑANZA NACIONAL
En 2004, el Ministerio de Educación debió reconocer que la prueba SINCE ha mostrado un magro mejoramiento y que la brecha entre la educación pagada y la subvencionada se mantiene prácticamente sin cambios en la última década. Si se me permite una comparación, cuando un equipo de fútbol tiene sistemáticamente un pobre rendimiento, los hinchas claman por el cambio del entrenador. En educación no ocurre eso. Ni siquiera hay renuncias voluntarias ante la vergüenza del fracaso, como si la enorme inversión realizada en 10 años de educación gratuita no le importara a nadie y pareciera que los culpables carecen del sentido del honor, un valor que doscientos años de burocracia no ha bastado para internalizarlo en el alma de muchos de los funcionarios públicos.
Una grave equivocación está en que se ha confundido la igualdad inicial de oportunidades con la igualdad al término del proceso. Toda medición que pretenda hacer el Estado de la calidad educacional debe tomar en consideración que existiendo dos sistemas educacionales –uno el privado, caro, exigente y con muchos recursos, frente a otro pobre- no pueden esperar lograr ningún tipo de igualdad en cuanto a calidad. Al contrario, como precisamos al inicio del capítulo, no sabremos exactamente qué estamos midiendo ni podemos comparar en sus logros a dos niños provenientes de uno y otro sistema. Cualquier comparación en estas condiciones tiene connotaciones equívocas, porque no se puede medir lo que es desigual. También, si el medir no sirve para poner remedio inmediato a la inequidad ¿Para qué medir entonces? Solamente si la sociedad asegura un mismo punto de partida para cada ciudadano y esa igualdad se refiere a la calidad de la educación que recibirá, iniciaremos con buenos auspicios el camino en pos de la justicia social.
La prueba internacional denominada PISA, que mide la competencia lectora y en matemáticas y ciencias en estudiantes de 15 años elaborado por la UNESCO y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), muestra que de un total de 43 países Chile ocupa el lugar 36. ¿Puede haber una mayor demostración de fracaso educacional? Como datos técnicos, participaron 4.884 estudiantes chilenos, matriculados en establecimientos de todo el territorio, desde séptimo año de escolaridad. Los resultados muestran que el 19.9% de los estudiantes están en el nivel más bajo en habilidades lectoras; 28.3% están en el nivel básico y apenas el 0.5% de los jóvenes se ubicó en el nivel más alto.
A la luz del mal resultado de la educación se suele culpar a los padres por desatender el proceso; a los maestros por no tener la preparación necesaria; a los sostenedores por no invertir más en sus colegios. Pero nadie señala a las autoridades que desde el Ministerio de Educación han realizado mal su tarea de elaborar políticas realmente eficientes. El gasto por persona alcanzada por la educación pública es para el Estado Chileno uno de los más altos de la región: US$ 18.000 (dieciocho mil dólares) anuales, contra 3000 dólares en Perú. No hay duda que hay una mala administración de esa enorme cantidad de dinero gastado. Se debe proponer que para tener un mejoramiento hay que refundar el propio Ministerio de Educación, dejándolo en manos de funcionarios de carrera y que los expertos contratados tengan al menos el grado de doctor y una gran experiencia nacional e internacional. Los educadores aficionados, designados políticamente, que no tienen siquiera titulación en la enseñanza deben dejar el trabajo técnico en manos de los que saben ¿O acaso no hay excelentes académicos y educadores en el país? Los diseñadores de políticas educacionales han fracasado de manera lamentable por las consecuencias, pues han terminado despilfarrado el dinero de los más pobres y han contribuido a promovera una desigualdad social espantosa. ¿Son dignos de respeto esos burócratas, dormirán tranquilos sabiendo que han dañado las esperanzas de millares de niños y jóvenes que merecieron tener una educación de calidad? Pero, no olvidemos a los otros culpables, los parlamentarios que no leen los proyectos de ley, que votan solamente obedeciendo las órdenes partidarias, que a veces olvidan que son servidores del pueblo y no sus tiranos; los Ministros de Educación que no entienden del tema y que creen poder hacer una buena labor, cuando no hacen más que descansar en sus asesores, los autodenominados expertos en educación. Me disculpará el lector, pero la lectura de la información disponible sobre el problema nacional no puede dejar de indignar a un ciudadano que tiene a la educación como su profesión y su mayor preocupación. Sobre la indignación en educación, Paulo Freire (1998:332) comentó que la injusticia que existía en su país, con 36 millones de niños que la autoridad denominaba carentes y por los cuales no hacía nada por remediar su pobreza, le hacía ser un pedagogo indignado, absolutamente indignado y que lo que él había defendido siempre era una pedagogía de la indignación.
Una investigación (NEFF, 2000) señala a la letra, en sus conclusiones, un párrafo que resume admirablemente nuestro sentir sobre la conducción de justicia social y en especial de la educación en Chile:
Este trabajo ha sugerido que la educación chilena en su conjunto ha experimentado una profunda transformación regresiva. Esta se manifiesta claramente en los indicadores económicos. Por ejemplo, el gasto público en educación representaba en 1970 el 5.1 por ciento del Producto Nacional Bruto. En 1975 había caído al 4.1 y en 1990 al 2.7 por ciento. En 1996, pese a que se había recuperado a un 3.1 por ciento, esta recuperación significaba una caída relativa de casi 40 por ciento en relación con 1970. Si se toma el gasto público en educación como porcentaje del gasto de gobierno, las cifras son igualmente dramáticas. Entre 1970 y 1975 la proporción del gasto del gobierno destinado a la educación había caído desde un 22 a un 12 por ciento; una baja de 45 por ciento. En 1996 esta cifra era aún 32.8 por ciento más baja que la de 1970 (9). A estas observaciones hay que agregar el hecho de que hasta los años 70, la mayor parte del gasto público en educación era para financiar los establecimientos fiscales, una situación que cambió drásticamente entre los años 80 y 90. Como quiera que se le mire, en el período estudiado, la educación dejó de ser un área de alta prioridad relativa en las políticas públicas. Nef no solamente deja al descubierto una regresión en las políticas económicas educacionales, sino que su hermenéutica orienta hacia la errónea conducción superior del país en estas materias, toda vez que un problema económico presenta componentes que son a la vez políticos y técnicos y los culpables obligadamente serán los diseñadores de políticas públicas, cuyo resultado afecta a la justicia social, a la equidad y a la igualdad de los niños y jóvenes de Chile.
Para ese consenso, los educadores deben partir desde la posición original teórica, con pureza de propósitos, para introducir en los niños desde su más tierna edad, los grandes principios morales societarios, que por ser justos y buenos pueden y deben aceptarse. Este reconocimiento puede servir como un inicio, como un punto de partida para la sociedad justa que algún día tendremos. La pedagogía de la justicia, como la entendemos aquí, puede basarse en nuestra proposición, explicitada en un libro publicado por este autor en 2006 (Filosofía de la Educación: la búsqueda de justicia en una sociedad injusta). La propuesta pasa por la búsqueda de consenso nacional y llega hasta la redistribución justa del ingreso, que actualmente produce una fuerte inequidad y por tanto, desigualdad social.
La participación ciudadana requiere del aporte de los jóvenes, que debe hacer valer su derecho a voto, pues ¿De qué otra manera puede presionar por sus derechos? Los políticos como grupo y como clase social auto-conformada, están envejeciendo y se requerirá su renovación en el mediano plazo. Una tarea de ellos es interesar en la cosa pública a la juventud, mediante su ejemplo, su honestidad y demostrando su apego a la solidaridad, la igualdad, la equidad y la justicia, virtudes que no han sabido integrar a su imagen de servidores públicos. El cambio de imagen debe incluir la transparencia de los ingresos de los políticos, pues ese dinero nos pertenece a todos y es justo saber en qué y cómo se gasta el dinero del pueblo en el aparato público. Lo mismo debe ocurrir con los dineros reservados que maneja la alta burocracia de la nación. La autoridad educacional debiera justificar con logros toda la enorme inversión que para Chile ha significado el gasto en los últimos diez o doce años. Descuidar este aspecto es cometer un acto hostil.
En una perspectiva ética, se comete un acto hostil cuando no se atiende a los aspectos éticos que hay detrás de un problema social. No significa que quien comete ese acto no esté de acuerdo con el código moral subyacente. Este acto es una agresión a la comunidad toda y sus efectos serán siempre perversos, entendiendo con este término a las consecuencias no deseadas ni previstas de una acción. Las consecuencias perversas pueden ser: el desánimo ante un accionar que no produce resultados; una irritación hacia las autoridades educacionales y políticas; alejamiento de los jóvenes de una actividad pedagógica que no tiene el apoyo ni el respeto de la sociedad por su carencia de logros.
2.- RECONOCER LA INEFICACIA DE LAS POLITICAS EDUCACIONALES IMPLEMENTADAS DESDE LOS AÑOS 90 Y PLANTEAR UNA REINGENIERÍA TOTAL DE LA ENSEÑANZA NACIONAL
En 2004, el Ministerio de Educación debió reconocer que la prueba SINCE ha mostrado un magro mejoramiento y que la brecha entre la educación pagada y la subvencionada se mantiene prácticamente sin cambios en la última década. Si se me permite una comparación, cuando un equipo de fútbol tiene sistemáticamente un pobre rendimiento, los hinchas claman por el cambio del entrenador. En educación no ocurre eso. Ni siquiera hay renuncias voluntarias ante la vergüenza del fracaso, como si la enorme inversión realizada en 10 años de educación gratuita no le importara a nadie y pareciera que los culpables carecen del sentido del honor, un valor que doscientos años de burocracia no ha bastado para internalizarlo en el alma de muchos de los funcionarios públicos.
Una grave equivocación está en que se ha confundido la igualdad inicial de oportunidades con la igualdad al término del proceso. Toda medición que pretenda hacer el Estado de la calidad educacional debe tomar en consideración que existiendo dos sistemas educacionales –uno el privado, caro, exigente y con muchos recursos, frente a otro pobre- no pueden esperar lograr ningún tipo de igualdad en cuanto a calidad. Al contrario, como precisamos al inicio del capítulo, no sabremos exactamente qué estamos midiendo ni podemos comparar en sus logros a dos niños provenientes de uno y otro sistema. Cualquier comparación en estas condiciones tiene connotaciones equívocas, porque no se puede medir lo que es desigual. También, si el medir no sirve para poner remedio inmediato a la inequidad ¿Para qué medir entonces? Solamente si la sociedad asegura un mismo punto de partida para cada ciudadano y esa igualdad se refiere a la calidad de la educación que recibirá, iniciaremos con buenos auspicios el camino en pos de la justicia social.
La prueba internacional denominada PISA, que mide la competencia lectora y en matemáticas y ciencias en estudiantes de 15 años elaborado por la UNESCO y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), muestra que de un total de 43 países Chile ocupa el lugar 36. ¿Puede haber una mayor demostración de fracaso educacional? Como datos técnicos, participaron 4.884 estudiantes chilenos, matriculados en establecimientos de todo el territorio, desde séptimo año de escolaridad. Los resultados muestran que el 19.9% de los estudiantes están en el nivel más bajo en habilidades lectoras; 28.3% están en el nivel básico y apenas el 0.5% de los jóvenes se ubicó en el nivel más alto.
A la luz del mal resultado de la educación se suele culpar a los padres por desatender el proceso; a los maestros por no tener la preparación necesaria; a los sostenedores por no invertir más en sus colegios. Pero nadie señala a las autoridades que desde el Ministerio de Educación han realizado mal su tarea de elaborar políticas realmente eficientes. El gasto por persona alcanzada por la educación pública es para el Estado Chileno uno de los más altos de la región: US$ 18.000 (dieciocho mil dólares) anuales, contra 3000 dólares en Perú. No hay duda que hay una mala administración de esa enorme cantidad de dinero gastado. Se debe proponer que para tener un mejoramiento hay que refundar el propio Ministerio de Educación, dejándolo en manos de funcionarios de carrera y que los expertos contratados tengan al menos el grado de doctor y una gran experiencia nacional e internacional. Los educadores aficionados, designados políticamente, que no tienen siquiera titulación en la enseñanza deben dejar el trabajo técnico en manos de los que saben ¿O acaso no hay excelentes académicos y educadores en el país? Los diseñadores de políticas educacionales han fracasado de manera lamentable por las consecuencias, pues han terminado despilfarrado el dinero de los más pobres y han contribuido a promovera una desigualdad social espantosa. ¿Son dignos de respeto esos burócratas, dormirán tranquilos sabiendo que han dañado las esperanzas de millares de niños y jóvenes que merecieron tener una educación de calidad? Pero, no olvidemos a los otros culpables, los parlamentarios que no leen los proyectos de ley, que votan solamente obedeciendo las órdenes partidarias, que a veces olvidan que son servidores del pueblo y no sus tiranos; los Ministros de Educación que no entienden del tema y que creen poder hacer una buena labor, cuando no hacen más que descansar en sus asesores, los autodenominados expertos en educación. Me disculpará el lector, pero la lectura de la información disponible sobre el problema nacional no puede dejar de indignar a un ciudadano que tiene a la educación como su profesión y su mayor preocupación. Sobre la indignación en educación, Paulo Freire (1998:332) comentó que la injusticia que existía en su país, con 36 millones de niños que la autoridad denominaba carentes y por los cuales no hacía nada por remediar su pobreza, le hacía ser un pedagogo indignado, absolutamente indignado y que lo que él había defendido siempre era una pedagogía de la indignación.
Una investigación (NEFF, 2000) señala a la letra, en sus conclusiones, un párrafo que resume admirablemente nuestro sentir sobre la conducción de justicia social y en especial de la educación en Chile:
Este trabajo ha sugerido que la educación chilena en su conjunto ha experimentado una profunda transformación regresiva. Esta se manifiesta claramente en los indicadores económicos. Por ejemplo, el gasto público en educación representaba en 1970 el 5.1 por ciento del Producto Nacional Bruto. En 1975 había caído al 4.1 y en 1990 al 2.7 por ciento. En 1996, pese a que se había recuperado a un 3.1 por ciento, esta recuperación significaba una caída relativa de casi 40 por ciento en relación con 1970. Si se toma el gasto público en educación como porcentaje del gasto de gobierno, las cifras son igualmente dramáticas. Entre 1970 y 1975 la proporción del gasto del gobierno destinado a la educación había caído desde un 22 a un 12 por ciento; una baja de 45 por ciento. En 1996 esta cifra era aún 32.8 por ciento más baja que la de 1970 (9). A estas observaciones hay que agregar el hecho de que hasta los años 70, la mayor parte del gasto público en educación era para financiar los establecimientos fiscales, una situación que cambió drásticamente entre los años 80 y 90. Como quiera que se le mire, en el período estudiado, la educación dejó de ser un área de alta prioridad relativa en las políticas públicas. Nef no solamente deja al descubierto una regresión en las políticas económicas educacionales, sino que su hermenéutica orienta hacia la errónea conducción superior del país en estas materias, toda vez que un problema económico presenta componentes que son a la vez políticos y técnicos y los culpables obligadamente serán los diseñadores de políticas públicas, cuyo resultado afecta a la justicia social, a la equidad y a la igualdad de los niños y jóvenes de Chile.
3. ATENDER AL NUEVO PARADIGMA EDUCACIONAL QUE ESTA SURGIENDO
Junto con reconocer que existe una inequidad de base, debemos considerar que siendo la educación la principal empresa que ha tenido Chile, la educación obligatoria se torna insuficiente para cumplir los contenidos paradigmáticos en que ha cifrado sus esperanzas la comunidad nacional; que existe una inequidad y una desigualdad en la población que la educación acentúa cuando atiende en forma diferencial a las clases económicas. En lugar de ser un medio para mejorar la desigualdad de la población, la educación esquizoide, dividida en dos –una para pobres y otra para ricos- está sirviendo para perpetuar la pobreza y mantenerla en el tiempo, no pudiendo esperarse que se revierta la situación sin atender a las causales de la inequidad. Lo que se requiere es mejorar la calidad de la educación y permitir el acceso de los egresados de la educación media que no poseen recursos a los estudios superiores.
El nuevo paradigma (ver Campos, 2000) señala:
La actual educación básica y la media debe atenderse como la principal empresa social que ha acometido el país porque:
1. No inmuniza contra el desempleo
2. No inmuniza contra la pobreza,
3. No promueve la movilidad social de los graduados
4. Para lograr alguna inmunidad se requiere al menos un año más de estudios técnicos o universitarios
5. La educación es una empresa moral y como tal debe enfrentarse, pues lo que falta es reciprocidad y solidaridad en las nuevas generaciones.
6. Hay que democratizar la educación, permitiendo el diálogo con los educadores, la familia y el Estado, para lograr consensos y éstos internalizarlos.
7. Hay que homogeneizar la educación para acercar la brecha entre pobres y ricos, elevando la calidad
8. La calidad de la enseñanza a elevar es tanto cualitativa como cuantitativa, ambas explicadas más arriba.
Al explicitar los ocho puntos anteriores, debemos decir con el aval de numerosas investigaciones, en algunas de las cuales ha participado el autor de este libro, que:
Se ha demostrado que únicamente la educación media, con al menos 11 años de escolaridad, es capaz de producir alguna inmunidad reducida, con 6-7 líneas sobre el umbral de la pobreza, para quienes reúnen ese capital humano; la inequidad en el sistema se traduce simplemente en que los más ricos acceden a educación de mayor calidad. El quintil más rico tiene en promedio más de 12 años de estudios formales; el quintil más pobre de la población no ha logrado terminar la educación obligatoria de 8 años. La clave movilidad social pasó de la educación básica obligatoria, a partir de los años 40 del siglo pasado, a la educación media y ahora, al inicio del siglo XXI se ha trasladado a la educación superior, con lo cual los más pobres continuarán en esa condición y la traspasarán a sus hijos.
Un trabajo publicado por Dante Contreras y Víctor Macías (2002), que me interesa citar a la letra, contiene una validación argumental de nuestras ideas; nos muestra con mucha claridad la importancia de la educación post-media para aumentar la capacidad de generar mejores ingresos:
Junto con reconocer que existe una inequidad de base, debemos considerar que siendo la educación la principal empresa que ha tenido Chile, la educación obligatoria se torna insuficiente para cumplir los contenidos paradigmáticos en que ha cifrado sus esperanzas la comunidad nacional; que existe una inequidad y una desigualdad en la población que la educación acentúa cuando atiende en forma diferencial a las clases económicas. En lugar de ser un medio para mejorar la desigualdad de la población, la educación esquizoide, dividida en dos –una para pobres y otra para ricos- está sirviendo para perpetuar la pobreza y mantenerla en el tiempo, no pudiendo esperarse que se revierta la situación sin atender a las causales de la inequidad. Lo que se requiere es mejorar la calidad de la educación y permitir el acceso de los egresados de la educación media que no poseen recursos a los estudios superiores.
El nuevo paradigma (ver Campos, 2000) señala:
La actual educación básica y la media debe atenderse como la principal empresa social que ha acometido el país porque:
1. No inmuniza contra el desempleo
2. No inmuniza contra la pobreza,
3. No promueve la movilidad social de los graduados
4. Para lograr alguna inmunidad se requiere al menos un año más de estudios técnicos o universitarios
5. La educación es una empresa moral y como tal debe enfrentarse, pues lo que falta es reciprocidad y solidaridad en las nuevas generaciones.
6. Hay que democratizar la educación, permitiendo el diálogo con los educadores, la familia y el Estado, para lograr consensos y éstos internalizarlos.
7. Hay que homogeneizar la educación para acercar la brecha entre pobres y ricos, elevando la calidad
8. La calidad de la enseñanza a elevar es tanto cualitativa como cuantitativa, ambas explicadas más arriba.
Al explicitar los ocho puntos anteriores, debemos decir con el aval de numerosas investigaciones, en algunas de las cuales ha participado el autor de este libro, que:
Se ha demostrado que únicamente la educación media, con al menos 11 años de escolaridad, es capaz de producir alguna inmunidad reducida, con 6-7 líneas sobre el umbral de la pobreza, para quienes reúnen ese capital humano; la inequidad en el sistema se traduce simplemente en que los más ricos acceden a educación de mayor calidad. El quintil más rico tiene en promedio más de 12 años de estudios formales; el quintil más pobre de la población no ha logrado terminar la educación obligatoria de 8 años. La clave movilidad social pasó de la educación básica obligatoria, a partir de los años 40 del siglo pasado, a la educación media y ahora, al inicio del siglo XXI se ha trasladado a la educación superior, con lo cual los más pobres continuarán en esa condición y la traspasarán a sus hijos.
Un trabajo publicado por Dante Contreras y Víctor Macías (2002), que me interesa citar a la letra, contiene una validación argumental de nuestras ideas; nos muestra con mucha claridad la importancia de la educación post-media para aumentar la capacidad de generar mejores ingresos:
Durante la década pasada una serie de investigaciones realizadas en Chile muestran la importancia de la educación en explicar el ingreso de los individuos y la desigualdad en su distribución (Contreras et al., 1999; Bravo y Marinovic, 1997; Contreras, 1996, 1999; Robbins, 1994). En los últimos decenios se ha observado un aumento de los retornos para aquellos individuos que poseen estudios postsecundarios, alcanzándose retornos de 22% para este nivel de educación, mientras que para niveles menores de escolaridad estos retornos son bastante inferiores: 14% para enseñanza media y alrededor de 5% para educación básica1 (Contreras et al., 1999).
Debemos debe considerar en el consenso nacional, desde la posición teórica de Rawls, que la educación es un bien moral; que se debe reducir la heterogeneidad de la calidad de la educación al igual que disminuir la brecha entre pobres y ricos, mejorando la distribución del ingreso. El país ha tomado la senda correcta en su desarrollo económico y falta solamente ajustar la velocidad y magnitud de los cambios mediante el mayor aporte económico al componente principal del desarrollo nacional: la educación obligatoria, la cual debe extenderse hasta la educación media completa, pero sabemos que no basta la simple cobertura, sino que el acento está en la calidad. En los años noventa, nos encontrábamos ya en Chile ante el comienzo de un cambio paradigmático educacional y tanto los educadores como los políticos debemos tomar en cuenta este fenómeno, a fin de permitir el consenso y evitar la divergencia que llevará, de otra forma, a la confrontación en este tema. El clima nacional, respecto a la educación en general, es similar a la efervescencia social que se produjo en los años veinte y sesenta de este siglo y que contribuyó, en septiembre de 1973, a producir los trágicos sucesos que hemos comentado en su momento en otros libros.
4. ENTENDER QUE NO HAY EQUIDAD SI NO HAY COMPENSACION
Hemos insistido bastante en que existe una situación de desigualdad en el país y que los afectados –los jóvenes- son inocentes y víctima de ella. Si queremos ser justos, una medida compensatoria se hace necesaria desde el punto de vista solidario. No es caridad la que se necesita, como cuando algunas entidades privadas otorgan becas parciales a sus alumnos más necesitados. Se requiere una medida de fondo y no parches, pues para quien necesita estudiar y no tiene dinero su familia, un magro aporte no es solución, pues produce más endeudamiento. Veamos un punto de partida ante este problema. Si el gobierno cree realmente en que la educación de calidad hace salir a los pobres de su condición, entonces tiene el imperativo moral de ser el aval de los préstamos bancarios que reciban los menos favorecidos. Para ello hay que ser realistas y justos en el sentido de si se está prestando dinero, el favorecido debe estudiar realmente y mostrar algún tipo de rendimiento aunque sea el mínimo para aprobar las diversas asignaturas del plan de estudio. No es conveniente entregar el dinero con el aval estatal si el joven no cumple su parte. Si no lo hace, se perderá menos dinero pues esa persona no podrá seguir estudiando ni en esa ni en ninguna otra entidad estatal. La idea es que sin una explicación entendible, ningún beneficiado de la solidaridad podría dejar de cumplir con sus obligaciones. Es la aplicación de la teoría de la responsabilidad, en que el joven no solamente es responsable de sus actos, sino que tiene un compromiso de responsabilidad con las generaciones futuras.
¿Qué gana el país con ayudar a los jóvenes a estudiar? Varias son las ventajas y si tomamos con realismo la situación, veremos que vale la pena contar con el aporte del Estado como aval. Ni siquiera le pedimos dinero, pues este viene de los bancos o fuentes privadas, para quien es un negocio prestar. El Estado solamente pone el dinero cuando alguien no puede pagar, pero como veremos, hay formas de hacer exigible el reembolso del aporte estatal. En un sistema como el propuesto, debe haber absoluta claridad en los términos y si alguien desea no acceder, por las cláusulas del contrato social que se haría, es su problema y no el de la sociedad.
La propuesta parte de un hecho básico: No se entrega dinero a una institución educacional en particular. El joven, con la seguridad del préstamo en sus manos, acude a las instituciones y éstas entrarían en competencia, pudiendo ofrecer un plus que favorece al estudiante. Por ejemplo, alguien puede decir: acepto tu cheque y a cambio te daré almuerzo gratuito en los días laborales en el casino de la universidad. Otro puede proponer rebajas en aranceles, de manera que quede un remanente al alumno para otros gastos mensuales que necesite. El alumno finalmente decide dónde el Banco pagará por sus estudios.
El Estado puede asegurarse la devolución de los dineros de quienes no terminan de pagar sus deudas educacionales de muy diversas maneras. En Estados Unidos, aquel que termina sus estudios y no devuelve el préstamo puede ser reclutado obligatoriamente por el Ejército como profesional, con menos paga que en el área privada y enviado donde se le precise. Tampoco el deudor puede ocupar cargos públicos o ingresar a una repartición del Estado. O puede ser destinado a cumplir determinados servicios comunitarios. Recuérdese que el Estado fue el aval y por tanto pagó por el deudor y tiene pleno derecho a cobrar, de alguna manera, la deuda. Esto es justo, equitativo y solidario, pues sino se cobra la deuda, afectará a otros jóvenes. La justicia tiene siempre dos vertientes, lo que es justo para la sociedad debe ser justo para el individuo. También hay que considera que el trato equitativo significa además justicia. Por lo mismo hay que tratar a todos por igual y quien no paga sus deudas no es solidario y tendrá que pagarla, no importando el plazo, pero debe hacerlo. Si los más pobres no son culpables de su condición (no son moralmente culpables de ella) merecen y es justo, equitativo y éticamente aceptable, que en compensación de su condición, reciban una educación de tanta calidad como la que reciben los más ricos. De otra manera no hay igualdad de oportunidades, no hay igualdad de partida, sino que hay y habrá una enorme brecha social, hereditaria y que ocasionará, en un efecto perverso, más gasto en salud y en seguridad social para el país, además que resta consumidores al sistema económico en que estamos inmersos, conocimiento este último que bastaría para hacer a los más ricos un poco más solidarios en compartir su riqueza, que de alguna manera, deben a su educación de calidad, generalmente obtenida en las universidades estatales a un costo menor de lo que les costó la educación media en los exclusivos colegios privados.
Hemos insistido bastante en que existe una situación de desigualdad en el país y que los afectados –los jóvenes- son inocentes y víctima de ella. Si queremos ser justos, una medida compensatoria se hace necesaria desde el punto de vista solidario. No es caridad la que se necesita, como cuando algunas entidades privadas otorgan becas parciales a sus alumnos más necesitados. Se requiere una medida de fondo y no parches, pues para quien necesita estudiar y no tiene dinero su familia, un magro aporte no es solución, pues produce más endeudamiento. Veamos un punto de partida ante este problema. Si el gobierno cree realmente en que la educación de calidad hace salir a los pobres de su condición, entonces tiene el imperativo moral de ser el aval de los préstamos bancarios que reciban los menos favorecidos. Para ello hay que ser realistas y justos en el sentido de si se está prestando dinero, el favorecido debe estudiar realmente y mostrar algún tipo de rendimiento aunque sea el mínimo para aprobar las diversas asignaturas del plan de estudio. No es conveniente entregar el dinero con el aval estatal si el joven no cumple su parte. Si no lo hace, se perderá menos dinero pues esa persona no podrá seguir estudiando ni en esa ni en ninguna otra entidad estatal. La idea es que sin una explicación entendible, ningún beneficiado de la solidaridad podría dejar de cumplir con sus obligaciones. Es la aplicación de la teoría de la responsabilidad, en que el joven no solamente es responsable de sus actos, sino que tiene un compromiso de responsabilidad con las generaciones futuras.
¿Qué gana el país con ayudar a los jóvenes a estudiar? Varias son las ventajas y si tomamos con realismo la situación, veremos que vale la pena contar con el aporte del Estado como aval. Ni siquiera le pedimos dinero, pues este viene de los bancos o fuentes privadas, para quien es un negocio prestar. El Estado solamente pone el dinero cuando alguien no puede pagar, pero como veremos, hay formas de hacer exigible el reembolso del aporte estatal. En un sistema como el propuesto, debe haber absoluta claridad en los términos y si alguien desea no acceder, por las cláusulas del contrato social que se haría, es su problema y no el de la sociedad.
La propuesta parte de un hecho básico: No se entrega dinero a una institución educacional en particular. El joven, con la seguridad del préstamo en sus manos, acude a las instituciones y éstas entrarían en competencia, pudiendo ofrecer un plus que favorece al estudiante. Por ejemplo, alguien puede decir: acepto tu cheque y a cambio te daré almuerzo gratuito en los días laborales en el casino de la universidad. Otro puede proponer rebajas en aranceles, de manera que quede un remanente al alumno para otros gastos mensuales que necesite. El alumno finalmente decide dónde el Banco pagará por sus estudios.
El Estado puede asegurarse la devolución de los dineros de quienes no terminan de pagar sus deudas educacionales de muy diversas maneras. En Estados Unidos, aquel que termina sus estudios y no devuelve el préstamo puede ser reclutado obligatoriamente por el Ejército como profesional, con menos paga que en el área privada y enviado donde se le precise. Tampoco el deudor puede ocupar cargos públicos o ingresar a una repartición del Estado. O puede ser destinado a cumplir determinados servicios comunitarios. Recuérdese que el Estado fue el aval y por tanto pagó por el deudor y tiene pleno derecho a cobrar, de alguna manera, la deuda. Esto es justo, equitativo y solidario, pues sino se cobra la deuda, afectará a otros jóvenes. La justicia tiene siempre dos vertientes, lo que es justo para la sociedad debe ser justo para el individuo. También hay que considera que el trato equitativo significa además justicia. Por lo mismo hay que tratar a todos por igual y quien no paga sus deudas no es solidario y tendrá que pagarla, no importando el plazo, pero debe hacerlo. Si los más pobres no son culpables de su condición (no son moralmente culpables de ella) merecen y es justo, equitativo y éticamente aceptable, que en compensación de su condición, reciban una educación de tanta calidad como la que reciben los más ricos. De otra manera no hay igualdad de oportunidades, no hay igualdad de partida, sino que hay y habrá una enorme brecha social, hereditaria y que ocasionará, en un efecto perverso, más gasto en salud y en seguridad social para el país, además que resta consumidores al sistema económico en que estamos inmersos, conocimiento este último que bastaría para hacer a los más ricos un poco más solidarios en compartir su riqueza, que de alguna manera, deben a su educación de calidad, generalmente obtenida en las universidades estatales a un costo menor de lo que les costó la educación media en los exclusivos colegios privados.
5.- HOMOGENEIZAR LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SE PUEDE LOGRAR
Ocho son las condiciones a las que debe atender la educación para superar sus miserias actuales:
Competencia dentro de los colegios, de manera de hacer que los estudiantes asuman que su deber, su obligación es atender debidamente a las materias y experiencias que se dan en la escuela, porque ese esfuerzo es para ellos, que podrán capitalizar sus conocimientos para una mejor vida en el futuro. Se debe estimular la participación de los estudiantes en el aula y premiar la excelencia de los mejores alumnos, de manera que el cumplimiento de las obligaciones sea un valor y no un motivo de escarnio como ahora, en que los estudiantes más esforzados, con mejores calificaciones son motivo de burla y no de admiración. Desde el punto de vista de la moral social, el estudio es el trabajo que realiza el alumno y debe hacerlo bien, de otra manera también será un mal trabajador, sin autodisciplina, sin iniciativa; sin valores y sin instrumentos cognitivos adecuados.
La competencia interna en la escuela puede proyectarse hacia la competenciaentre establecimientos de la misma comuna y de ahí a la competitividad intercomunal. La idea es promover a la educación como uno de los bienes sociales más importantes del país.
Investigación y experimentación educacional, promoviendo el conocimiento y aplicación de nueva tecnología educacional, nuevos métodos y teorías en el aula y en la administración de la escuela se logra una comunidad escolar motivada que analiza una realidad que pueden reconocer y contrastar con sus experiencias diarias en el aula. La investigación cualitativa y cuantitativa debe ser parte de la vida de la escuela y no una actividad alejada, que se realiza en las universidades. Por lo demás, esa investigación debe ser operacional, para mejorar la vida diaria en la escuela. En el país se requiere hacer más investigación y entonces hay que promoverla como una actividad no solamente académica, sino como una actividad necesaria en la vida cotidiana de las escuelas. Para ello hay que preparar a los profesores y directivos; llamar a concurso nacional para investigar determinados aspectos de la vida escolar; promover la puesta en marcha y evaluación de nuevas técnicas y formas didácticas. Justamente, al hablar de evaluación hay que reconocer que muchas de las acciones que se llevan a cabo en la educación nacional quedan sin evaluación. Por ejemplo, no sabemos nada del impacto que puede haber causado el aporte –si es que lo tiene- de las becas Milenio; o si la prolongación de la jornada escolar ha traído algún beneficio en las calificaciones promedio de los estudiantes; o que resultado han tenido las becas para hijos de ejecutados políticos. Tampoco sabemos el beneficio posible de las aulas escolares adquiridas en España a comienzos de los años 90. En cualquier actividad del área privada, el cómo se han gastado recursos y qué beneficios ha traído es una acción esperada y obligada. En cambio, la inversión de bienes públicos no ha merecido la misma atención. Necesitamos saber si la inversión social en la educación pública está bien direccionada y bien administrada; hay que averiguar si hay gastos innecesarios, por ejemplo, investigar si la masa administrativa es adecuada, competente y eficaz. Me temo que el gasto en administrar la educación sea igual o superior al gasto verdaderamente empleado en el proceso educativo completo. Por ejemplo, si fuese el responsable del sistema total, quisiera saber si el volumen del gasto efectuado en mantener funcionando el Ministerio de Educación se justifica realmente o bien puede ser reducido sin alterar la calidad de la enseñanza. Quedan muchas áreas misteriosas en la educación nacional. Otro ejemplo: ¿Cómo se diseñan las políticas educacionales? ¿Es al capricho de los funcionarios o existe un plan maestro desconocido para el resto de los ciudadanos? ¿Hay una hermenéutica tan oculta que los expertos no llegamos a captarla en su esencia? Esto último deviene del simple hecho de leer la prensa diaria. A una autoridad se le ocurre que hay que mejorar la calidad de la enseñanza del inglés y se arma todo un aparato para iniciar actividades en ese sentido. O a la misma autoridad se le ocurre que es una gran idea enseñar el chino y a los pocos días hay un plan con cinco escuelas ofreciendo echar a andar un programa piloto. Sin embargo, antes de acceder a estos caprichos mediáticos habría que evaluar si en realidad lo que necesita el país es una investigación profunda de por qué el idioma patrio es tan mal aprendido por los estudiantes y buscar la manera de remediar. Esto porque si los estudiantes no saben redactar, no conocen las reglas de ortografía y si su vocabulario es limitado, se le está también restando potencia a su capital humano para hacerse de un trabajo remunerado e inmunizarse contra la cesantía.
Lo que llamo caprichos mediáticos es la búsqueda de publicidad a costa de crear pequeños problemas que no son tales, porque detrás no hay ninguna investigación seria y al parecer lo que se busca es simplemente tener suficiente espacio en la televisión y en la prensa.
Propiciar el establecer estrategias didácticas centradas en la exposición y en la indagación personal del mundo, para lograr aprendizajes que faciliten el uso adecuado de la lógica, que desarrollen el pensamiento crítico y el uso apropiado del idioma, tanto escrito como hablado, porque si pensamos mal, aprendemos mal y hablamos peor. Recordemos que las áreas más deficitarias de nuestra educación está en el uso del idioma y en el uso de las matemáticas, por eso no basta quedarnos en el diagnóstico del problema, sino que hay que investigar en sus causas directas y causas profundas. ¿Es consecuencia de la mala formación recibida por los maestros? ¿Son deficientes las didácticas empleadas? ¿Los contenidos de los programas están bien secuenciados? ¿Son pertinentes los planes de estudio? Las horas de clases asignadas a castellano, matemáticas, historia, ¿Son suficientes en cada grado escolar? ¿Están bien diseñados los textos escolares en uso en las escuelas? ¿Hay suficiente autonomía en las escuelas para adecuar sus programas de estudio y contenidos a la realidad local?
Participación activa de la familia en las decisiones de la administración escolar: Hay que democratizar la educación, pues ésta es responsabilidad de todos y la participación debe estar en el ámbito de los actores, así, no se puede esperar que los padres intervengan en la inversión o gastos de la escuela, pero pueden ser informados para que apoyen determinadas iniciativas, pues todo lo que se haga por mejorar a la escuela, su infraestructura y equipamiento, irá en beneficio de los estudiantes. Los estudiantes pueden consensuar las normas y medidas disciplinarias de la escuela para hacerlas suyas. Por ejemplo, se puede lograr tener un código de honor en lugar de un reglamento de disciplina. La idea que impulsa la participación de la familia es: ¿Quién mejor que los padres puede decidir si la educación que reciben los hijos es buena o mala?
Incentivos para docentes: El área privada ha demostrado fehacientemente que los incentivos son necesarios para lograr una conducta positiva y competitiva. El mejor incentivo en nuestra sociedad consumista es el dinero. La escuela debe estar sujeta a una escala justa de remuneraciones que considere los logros tales como el estudio, la eficiencia en la excelencia docente en la clase y la eficacia del maestro para establecer y lograr metas. Hay que recordar que las mejores escuelas lo son por la calidad y experiencia de sus profesores y las habilidades de los administradores. Un buen maestro necesita libertad para escoger los contenidos, las metodologías y las didácticas necesarias; necesita poder distribuir el tiempo que dedica a las materias y al grado de dificultad que tienen para sus estudiantes; debe decidir si opta por la homogeneización de la profundidad de los contenidos y si ésta se realiza pensando en los alumnos más brillantes o en los más lentos. ¿Cómo ser profesional si hay limitaciones a la autonomía? En realidad estamos ante una verticalidad del mando educacional que es impropio de una democracia. En una democracia en la enseñanza el profesor cuenta, y mucho.
Confiar más en la calificación e idoneidad de los docentes que en la Internet: La red no enseña valores y no entrega habilidades motoras; no reemplaza al maestro, pero puede ser una ayuda interesante si existe una moralidad en el empleo de la información que se utiliza y si los docentes están preparados para enseñar a los estudiantes a seleccionar información con espíritu crítico.
Insistir en los valores: La educación es un bien social y como tal, está en la obligación de ser una empresa moral en que toda la comunidad llamada escuela, que reproduce a la sociedad en que vive, debe reproducir lo mejor en cuanto a valores, tales como los que hemos discutido en este libro: la justicia, la igualdad, la equidad y la libertad. Una comunidad que se aleja de los valores o los desprecia, no tiene norte, ha perdido la brújula y su castigo será el aumento en la delincuencia, las drogas y la irresponsabilidad vital, lo que no puede permitirse ningún grupo humano. La autodisciplina, el trabajo escolar exigente, el acceso amplio a la educación, la buena preparación de los profesores es lo que caracteriza a la educación en los países en desarrollo. La libertad personal es buena siempre que vaya de la mano con la responsabilidad y esa es una condición moral que debe enseñarse, porque como dice Rawls, la solidaridad, la bondad no están en la naturaleza humana: hay que desarrollarlas con el ejemplo y la enseñanza. Si meditamos en que llegamos al inicio del siglo XX con la guerra de la coalición contra Irak, donde los atacantes son los países más cultos del mundo, los más civilizados, encontraremos que Hobbes y Rawls tienen la razón, lamentablemente. Para poder confiar en la humanidad del hombre, en su capacidad para el bien, hay que desarrollar una pedagogía centrada en los valores, esa es la tarea del siglo XXI.
Buscar la homogeneidad en la calidad y no la igualdad absoluta: Como argumentamos anteriormente, algo está equivocado cuando hablamos de equidad y de igualdad en educación. No es posible lograr ambas porque las diferencias entre el quintil más pobre y el quintil más rico son enormes y no hay una política compensatoria de la inequidad en Chile. Más vale centrarse en obtener lo posible, que es homogeneizar la educación de manera que el dominio de contenidos y el logro de habilidades de los estudiantes del sector público se hagan parecidos o iguales a los de la escuelas pagadas y las mediciones se hagan en el producto terminal, que es el egresado de la educación media, sin perjuicio, por supuesto, de las medidas que se hagan durante el proceso. No es lo mismo medir el efecto acumulado que hacerlo en parcialidades. Se supone que a medida que madura y se desarrolla el niño va acumulando su capital educacional que se traduce justamente en mejor dominio del lenguaje para expresarse, mejores habilidades para cuantificar el mundo y el logro de internalizar un sistema de valores compatible con la sociedad en que se encuentra.
Ocho son las condiciones a las que debe atender la educación para superar sus miserias actuales:
Competencia dentro de los colegios, de manera de hacer que los estudiantes asuman que su deber, su obligación es atender debidamente a las materias y experiencias que se dan en la escuela, porque ese esfuerzo es para ellos, que podrán capitalizar sus conocimientos para una mejor vida en el futuro. Se debe estimular la participación de los estudiantes en el aula y premiar la excelencia de los mejores alumnos, de manera que el cumplimiento de las obligaciones sea un valor y no un motivo de escarnio como ahora, en que los estudiantes más esforzados, con mejores calificaciones son motivo de burla y no de admiración. Desde el punto de vista de la moral social, el estudio es el trabajo que realiza el alumno y debe hacerlo bien, de otra manera también será un mal trabajador, sin autodisciplina, sin iniciativa; sin valores y sin instrumentos cognitivos adecuados.
La competencia interna en la escuela puede proyectarse hacia la competenciaentre establecimientos de la misma comuna y de ahí a la competitividad intercomunal. La idea es promover a la educación como uno de los bienes sociales más importantes del país.
Investigación y experimentación educacional, promoviendo el conocimiento y aplicación de nueva tecnología educacional, nuevos métodos y teorías en el aula y en la administración de la escuela se logra una comunidad escolar motivada que analiza una realidad que pueden reconocer y contrastar con sus experiencias diarias en el aula. La investigación cualitativa y cuantitativa debe ser parte de la vida de la escuela y no una actividad alejada, que se realiza en las universidades. Por lo demás, esa investigación debe ser operacional, para mejorar la vida diaria en la escuela. En el país se requiere hacer más investigación y entonces hay que promoverla como una actividad no solamente académica, sino como una actividad necesaria en la vida cotidiana de las escuelas. Para ello hay que preparar a los profesores y directivos; llamar a concurso nacional para investigar determinados aspectos de la vida escolar; promover la puesta en marcha y evaluación de nuevas técnicas y formas didácticas. Justamente, al hablar de evaluación hay que reconocer que muchas de las acciones que se llevan a cabo en la educación nacional quedan sin evaluación. Por ejemplo, no sabemos nada del impacto que puede haber causado el aporte –si es que lo tiene- de las becas Milenio; o si la prolongación de la jornada escolar ha traído algún beneficio en las calificaciones promedio de los estudiantes; o que resultado han tenido las becas para hijos de ejecutados políticos. Tampoco sabemos el beneficio posible de las aulas escolares adquiridas en España a comienzos de los años 90. En cualquier actividad del área privada, el cómo se han gastado recursos y qué beneficios ha traído es una acción esperada y obligada. En cambio, la inversión de bienes públicos no ha merecido la misma atención. Necesitamos saber si la inversión social en la educación pública está bien direccionada y bien administrada; hay que averiguar si hay gastos innecesarios, por ejemplo, investigar si la masa administrativa es adecuada, competente y eficaz. Me temo que el gasto en administrar la educación sea igual o superior al gasto verdaderamente empleado en el proceso educativo completo. Por ejemplo, si fuese el responsable del sistema total, quisiera saber si el volumen del gasto efectuado en mantener funcionando el Ministerio de Educación se justifica realmente o bien puede ser reducido sin alterar la calidad de la enseñanza. Quedan muchas áreas misteriosas en la educación nacional. Otro ejemplo: ¿Cómo se diseñan las políticas educacionales? ¿Es al capricho de los funcionarios o existe un plan maestro desconocido para el resto de los ciudadanos? ¿Hay una hermenéutica tan oculta que los expertos no llegamos a captarla en su esencia? Esto último deviene del simple hecho de leer la prensa diaria. A una autoridad se le ocurre que hay que mejorar la calidad de la enseñanza del inglés y se arma todo un aparato para iniciar actividades en ese sentido. O a la misma autoridad se le ocurre que es una gran idea enseñar el chino y a los pocos días hay un plan con cinco escuelas ofreciendo echar a andar un programa piloto. Sin embargo, antes de acceder a estos caprichos mediáticos habría que evaluar si en realidad lo que necesita el país es una investigación profunda de por qué el idioma patrio es tan mal aprendido por los estudiantes y buscar la manera de remediar. Esto porque si los estudiantes no saben redactar, no conocen las reglas de ortografía y si su vocabulario es limitado, se le está también restando potencia a su capital humano para hacerse de un trabajo remunerado e inmunizarse contra la cesantía.
Lo que llamo caprichos mediáticos es la búsqueda de publicidad a costa de crear pequeños problemas que no son tales, porque detrás no hay ninguna investigación seria y al parecer lo que se busca es simplemente tener suficiente espacio en la televisión y en la prensa.
Propiciar el establecer estrategias didácticas centradas en la exposición y en la indagación personal del mundo, para lograr aprendizajes que faciliten el uso adecuado de la lógica, que desarrollen el pensamiento crítico y el uso apropiado del idioma, tanto escrito como hablado, porque si pensamos mal, aprendemos mal y hablamos peor. Recordemos que las áreas más deficitarias de nuestra educación está en el uso del idioma y en el uso de las matemáticas, por eso no basta quedarnos en el diagnóstico del problema, sino que hay que investigar en sus causas directas y causas profundas. ¿Es consecuencia de la mala formación recibida por los maestros? ¿Son deficientes las didácticas empleadas? ¿Los contenidos de los programas están bien secuenciados? ¿Son pertinentes los planes de estudio? Las horas de clases asignadas a castellano, matemáticas, historia, ¿Son suficientes en cada grado escolar? ¿Están bien diseñados los textos escolares en uso en las escuelas? ¿Hay suficiente autonomía en las escuelas para adecuar sus programas de estudio y contenidos a la realidad local?
Participación activa de la familia en las decisiones de la administración escolar: Hay que democratizar la educación, pues ésta es responsabilidad de todos y la participación debe estar en el ámbito de los actores, así, no se puede esperar que los padres intervengan en la inversión o gastos de la escuela, pero pueden ser informados para que apoyen determinadas iniciativas, pues todo lo que se haga por mejorar a la escuela, su infraestructura y equipamiento, irá en beneficio de los estudiantes. Los estudiantes pueden consensuar las normas y medidas disciplinarias de la escuela para hacerlas suyas. Por ejemplo, se puede lograr tener un código de honor en lugar de un reglamento de disciplina. La idea que impulsa la participación de la familia es: ¿Quién mejor que los padres puede decidir si la educación que reciben los hijos es buena o mala?
Incentivos para docentes: El área privada ha demostrado fehacientemente que los incentivos son necesarios para lograr una conducta positiva y competitiva. El mejor incentivo en nuestra sociedad consumista es el dinero. La escuela debe estar sujeta a una escala justa de remuneraciones que considere los logros tales como el estudio, la eficiencia en la excelencia docente en la clase y la eficacia del maestro para establecer y lograr metas. Hay que recordar que las mejores escuelas lo son por la calidad y experiencia de sus profesores y las habilidades de los administradores. Un buen maestro necesita libertad para escoger los contenidos, las metodologías y las didácticas necesarias; necesita poder distribuir el tiempo que dedica a las materias y al grado de dificultad que tienen para sus estudiantes; debe decidir si opta por la homogeneización de la profundidad de los contenidos y si ésta se realiza pensando en los alumnos más brillantes o en los más lentos. ¿Cómo ser profesional si hay limitaciones a la autonomía? En realidad estamos ante una verticalidad del mando educacional que es impropio de una democracia. En una democracia en la enseñanza el profesor cuenta, y mucho.
Confiar más en la calificación e idoneidad de los docentes que en la Internet: La red no enseña valores y no entrega habilidades motoras; no reemplaza al maestro, pero puede ser una ayuda interesante si existe una moralidad en el empleo de la información que se utiliza y si los docentes están preparados para enseñar a los estudiantes a seleccionar información con espíritu crítico.
Insistir en los valores: La educación es un bien social y como tal, está en la obligación de ser una empresa moral en que toda la comunidad llamada escuela, que reproduce a la sociedad en que vive, debe reproducir lo mejor en cuanto a valores, tales como los que hemos discutido en este libro: la justicia, la igualdad, la equidad y la libertad. Una comunidad que se aleja de los valores o los desprecia, no tiene norte, ha perdido la brújula y su castigo será el aumento en la delincuencia, las drogas y la irresponsabilidad vital, lo que no puede permitirse ningún grupo humano. La autodisciplina, el trabajo escolar exigente, el acceso amplio a la educación, la buena preparación de los profesores es lo que caracteriza a la educación en los países en desarrollo. La libertad personal es buena siempre que vaya de la mano con la responsabilidad y esa es una condición moral que debe enseñarse, porque como dice Rawls, la solidaridad, la bondad no están en la naturaleza humana: hay que desarrollarlas con el ejemplo y la enseñanza. Si meditamos en que llegamos al inicio del siglo XX con la guerra de la coalición contra Irak, donde los atacantes son los países más cultos del mundo, los más civilizados, encontraremos que Hobbes y Rawls tienen la razón, lamentablemente. Para poder confiar en la humanidad del hombre, en su capacidad para el bien, hay que desarrollar una pedagogía centrada en los valores, esa es la tarea del siglo XXI.
Buscar la homogeneidad en la calidad y no la igualdad absoluta: Como argumentamos anteriormente, algo está equivocado cuando hablamos de equidad y de igualdad en educación. No es posible lograr ambas porque las diferencias entre el quintil más pobre y el quintil más rico son enormes y no hay una política compensatoria de la inequidad en Chile. Más vale centrarse en obtener lo posible, que es homogeneizar la educación de manera que el dominio de contenidos y el logro de habilidades de los estudiantes del sector público se hagan parecidos o iguales a los de la escuelas pagadas y las mediciones se hagan en el producto terminal, que es el egresado de la educación media, sin perjuicio, por supuesto, de las medidas que se hagan durante el proceso. No es lo mismo medir el efecto acumulado que hacerlo en parcialidades. Se supone que a medida que madura y se desarrolla el niño va acumulando su capital educacional que se traduce justamente en mejor dominio del lenguaje para expresarse, mejores habilidades para cuantificar el mundo y el logro de internalizar un sistema de valores compatible con la sociedad en que se encuentra.
1 comentario:
Dr. Nelson, muy claro en sus fundamentos académicos.... Un fuerte abrazo... Carlos A. Gómez
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