De Freud se ha dicho y se dice mucho sin conocer bien su obra, que es voluminosa, interesante y bien escrita. En la actualidad hay un renacer, en los círculos cercanos a la neurociencia, del valor científico de su obra, mientras que en los círculos clínicos hay un cierto desencanto con el psicoanálisis desde la profunda crítica del filósofo Mario Bunge, quien incluye a esa técnica entre las pseudociencias, aportando argumentos lógicos y poderosos. También la crítica a Lacán a contribuído al pesimismo freudiano.
Hay que reconocer, de todas maneras, que Freud fue un pensador muy riguroso y que en algunas de sus obras, como en el Malestar en la Civilización, hay pensamientos muy sabios acerca de los fundamentos de la educación, como puede verse en este artículo que es un homenaje al Freud Filósofo. Vamos a comentar los pasajes esenciales de esa obra:
Podríamos decir, con Sarmiento, Ruiz-Pérez y Martin (1996), que el sufrimiento acompaña siempre al ser humano y que la sociedad utilitarista silencia el problema en lugar de evitarlo. La civilización reposa en una renuncia a la satisfacción instintual y esto produce una frustración básica, es la tesis de Freud en el libro que ahora comentaremos.
El inconsciente está formado por fuerzas instintivas altamente energizadas, como es el Ello y por fuerzas represivas, como el Super-Yo, que en el curso del desarrollo libidinal del niño crean sistemas afectivos denominados complejos, por ejemplo, el complejo de frustración, el de Edipo, de castración. Cuando estas fuerzas inconscientes entran en conflicto con el principio de realidad del Yo, surge la patología mental, como una respuesta no adecuada a las exigencias inconscientes, las que se guían por el principio del placer. Esta lucha tiene su propia dinámica, su propio gasto energético, su propia adecuación al conflicto y el resultado del conflicto puede derivar en la enfermedad mental. Freud encuentra en el complejo de Edipo (Odipus Complex) el comienzo de la religión, de la moral (gewissen) y del arte. En la base de la cultura hay un homicidio primitivo, expresó Freud en Totem y Tabú (1913). Hay que anotar que el concepto de complejo fue acuñado por Jung en 1902 en relación a los sentimentos. En psicología profunda, los contenidos incompatibles con el Yo son reprimidos y permanecen en esa calidad asociados con sentimientos y experiencias cargadas de la misma tonalidad. En ese estado se cargan de energía , funcionan en forma autónoma e interfieren con la adaptación del Yo, a la vez que consumen parte de la energía que el consciente precisa para funcionar. Los complejos actúan como devoradores de energía, en una gebundene energie (energía ligada). Para entender el complejo de Edipo, los psicoanalistas modernos acentúan el valor social del mismo , ya que según esta dinámica, el niño en la fase de latencia supera la situación original de dos personas, para aceptar al progenitor del mismo sexo pasando a una relación de tres personas, lo que constituye el núcleo vital del grupo social primario, que es la familia.
Para Freud, la civilización se inicia cuando se establece la prohibición del incesto y sobre esta restricción se erige la Kultur . A su vez, la civilización continua sus exigencias y obliga a la represión sexual, la cual actúa sobre el carácter total del hombre y lo persigue a través de toda su ontogénesis. Dejemos que el propio Freud nos entregue sus ideas al respecto:
“La evolución del instinto sexual va, pues, del autoerotismo al amor objetivo y de la autonomía de las zonas erógenas a la subordinación de éstas bajo la primacía de los genitales, puestos a su vez al servicio de la función procreativa. Durante esta evolución se inhibe una parte de la excitación sexual suministrada por el propio cuerpo como inutilizable para la función procreadora, y, en el mejor de los casos, es sublimada. De esta forma son adquiridas, en gran parte, las fuerzas utilizables para la labor cultural mediante la represión de las llamadas partes perversas de la excitación sexual.
En relación con esta historia evolutiva del instinto sexual podrían distinguirse tres grados de la civilización: primer grado, en el cual la actividad del instinto sexual está libre incluso de los fines de la procreación; un segundo grado, en el cual se reprime todo el instinto sexual, incluso aquello que sirve para la procreación, y un tercer grado, en el cual sólo se permite como fin sexual la legítima procreación. La moral sexual de nuestra civilización corresponde a estos tres grados.”
La moral siempre preocupó a Freud y ya en 1908 hace notar sus aprensiones sobre el tema en su artículo titulado Moral sexual cultural, en el cual objeta las formas de represión de la kultur. Señala que esa represión instintual, la hipocrecía y la mentira unidas a ella tenían. necesariamente, que conducir a la neurosis, que recordemos, era para él una forma de rebelión contra las imposiciones de la kultur. Incluso, en un alarde de desinhibición cultural, alega que la práctica de la monogamia afecta a la selección natural,considerándola perjudicial. Estas ideas las desarrollaría en el Malestar en la Civilización , más de treinta años después.
“La evolución del instinto sexual va, pues, del autoerotismo al amor objetivo y de la autonomía de las zonas erógenas a la subordinación de éstas bajo la primacía de los genitales, puestos a su vez al servicio de la función procreativa. Durante esta evolución se inhibe una parte de la excitación sexual suministrada por el propio cuerpo como inutilizable para la función procreadora, y, en el mejor de los casos, es sublimada. De esta forma son adquiridas, en gran parte, las fuerzas utilizables para la labor cultural mediante la represión de las llamadas partes perversas de la excitación sexual.
En relación con esta historia evolutiva del instinto sexual podrían distinguirse tres grados de la civilización: primer grado, en el cual la actividad del instinto sexual está libre incluso de los fines de la procreación; un segundo grado, en el cual se reprime todo el instinto sexual, incluso aquello que sirve para la procreación, y un tercer grado, en el cual sólo se permite como fin sexual la legítima procreación. La moral sexual de nuestra civilización corresponde a estos tres grados.”
La moral siempre preocupó a Freud y ya en 1908 hace notar sus aprensiones sobre el tema en su artículo titulado Moral sexual cultural, en el cual objeta las formas de represión de la kultur. Señala que esa represión instintual, la hipocrecía y la mentira unidas a ella tenían. necesariamente, que conducir a la neurosis, que recordemos, era para él una forma de rebelión contra las imposiciones de la kultur. Incluso, en un alarde de desinhibición cultural, alega que la práctica de la monogamia afecta a la selección natural,considerándola perjudicial. Estas ideas las desarrollaría en el Malestar en la Civilización , más de treinta años después.
Además del complejo de Edipo, Freud encuentra otros antecedentes en el proceso de civilización: a) la bipedestación, es decir el pasaje a la postura vertical que es característica solamente humana, que aleja al hombre de los estímulos olfatorios b) los períodos intermenstruales que permiten la atracción del objeto sexual c) la primacía de los estímulos visuales y posteriormente los auditivos como subproducto de la bipedestación y d) el control de los esfínteres, del que nace el afán por la higiene y la limpieza, hábitos que son tan establecidos en el proceso de toda civilización humana.
La civilización trae consigo exigencias, como el orden, la limpieza, la estética, y aparece la regulación de las relaciones entre los hombres. En cuanto a esa regulaciones, Freud distingue las que conciernen al individuo como vecino, miembro de la horda primitiva, colaborador u objeto sexual de otro, así como miembro de una familia o de un Estado. Un aspecto interesante a considerar es cuando Freud se refiere al por qué el elemento civilización aparece cuando el hombre hace las primeras tentativas de regulación social, ya ya si tal intento se hubiese omitido, dichas relaciones habrían quedado al arbitrio del individuo y en ese caso, el más fuerte las habría fijado a su arbitrio y a conveniencia de sus pulsiones instintivas. “Nada cambiaría en la situación si este personaje más fuerte se encontrara con otro más fuerte que él” Para nosotros, hay en esta frase reminicencias de Hobbes y El Leviathán, autor y texto que seguramente Freud conoció durante sus estudios sobre filosofía.
En este orden de ideas, Freud señala que la justicia es el primer requisito de la cultura, con lo cual, a nuestro parecer, se convierte el psiquiatra vienés en un antecesor intelectual de John Rawls y su Teoría de la Justicia (1993). Para Rawls, la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales y sobre esa virtud se organizan las relaciones entre los miembros de la comunidad. La justicia es entendida por Freud en la seguridad de que el orden jurídico, una vez establecido, no será violado a favor de un individuo, sin que esto implique un pronunciamiento sobre el valor ético de semejante derecho
Expresa Freud que La libertad individual no es un bien de la civilización, pues era máxima antes de toda civilización, aunque entonces carecía de valor porque el individuo era apenas capaz de defenderla. El desarrollo de la civilización le impone restricciones, y la justicia exige que nadie escape a ellas. Cuando en una comunidad humana se agita el ímpetu libertario, puede tratarse de una rebelión contra alguna injusticia establecida, favoreciendo así un nuevo pogreso de la civilización y no dejando, por tanto, de ser compatible con ésta; pero también puede surgir del resto de de la personalidad primitiva que aún no ha sido dominada por la civilización, constituyendo entonces el fundamento de una hostilidad en contra de la misma..
La civilización obliga al dominio y al control de los instintos, con lo cual el mecanismo de la sublimación constituye un elemento sobresaliente de la kultur. Dejemos la palabra a Freud: La sublimación de los instintos constituye un elemento de la civilización sobresaliente, pues gracias a ella las actividades psíquicas superiores, tanto científicas como artísticas e ideológicas, pueden desempeñar un papel muy importante en la vida de los pueblos civilizados . Si cediéramos a la primera impresión, estaríamos tentados a decir que la sublimación es, en principio, un destino instintual impuesto por la civilización; pero convendría reflexionar más al respecto.
Podría decirse, entonces, que la sublimación es el destino que la cultura proporciona a los instintos, pero no esto siempre una verdad, ya que existe otro mecanismo: la represión (Verdrangung) instintual que también tiene origen en la civilización, conjuntamente con la necesidad del orden y de la limpieza que como vimos, está presente en la génesis de la civilización.
La sublimación tiene una energía propia, pues desexualiza las pulsiones y las deja residualmente convertidas en productos culturales sin energía sexual. Por eso es interesante ver la importancia que Freud asigna al amor en su estudio de la civilización, pues según él, la desexualización pulsional libera los instintos de muerte y destrucción y entonces la civilización llevará en sí el germen de la autodestrucción.
La civilización trae consigo exigencias, como el orden, la limpieza, la estética, y aparece la regulación de las relaciones entre los hombres. En cuanto a esa regulaciones, Freud distingue las que conciernen al individuo como vecino, miembro de la horda primitiva, colaborador u objeto sexual de otro, así como miembro de una familia o de un Estado. Un aspecto interesante a considerar es cuando Freud se refiere al por qué el elemento civilización aparece cuando el hombre hace las primeras tentativas de regulación social, ya ya si tal intento se hubiese omitido, dichas relaciones habrían quedado al arbitrio del individuo y en ese caso, el más fuerte las habría fijado a su arbitrio y a conveniencia de sus pulsiones instintivas. “Nada cambiaría en la situación si este personaje más fuerte se encontrara con otro más fuerte que él” Para nosotros, hay en esta frase reminicencias de Hobbes y El Leviathán, autor y texto que seguramente Freud conoció durante sus estudios sobre filosofía.
En este orden de ideas, Freud señala que la justicia es el primer requisito de la cultura, con lo cual, a nuestro parecer, se convierte el psiquiatra vienés en un antecesor intelectual de John Rawls y su Teoría de la Justicia (1993). Para Rawls, la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales y sobre esa virtud se organizan las relaciones entre los miembros de la comunidad. La justicia es entendida por Freud en la seguridad de que el orden jurídico, una vez establecido, no será violado a favor de un individuo, sin que esto implique un pronunciamiento sobre el valor ético de semejante derecho
Expresa Freud que La libertad individual no es un bien de la civilización, pues era máxima antes de toda civilización, aunque entonces carecía de valor porque el individuo era apenas capaz de defenderla. El desarrollo de la civilización le impone restricciones, y la justicia exige que nadie escape a ellas. Cuando en una comunidad humana se agita el ímpetu libertario, puede tratarse de una rebelión contra alguna injusticia establecida, favoreciendo así un nuevo pogreso de la civilización y no dejando, por tanto, de ser compatible con ésta; pero también puede surgir del resto de de la personalidad primitiva que aún no ha sido dominada por la civilización, constituyendo entonces el fundamento de una hostilidad en contra de la misma..
La civilización obliga al dominio y al control de los instintos, con lo cual el mecanismo de la sublimación constituye un elemento sobresaliente de la kultur. Dejemos la palabra a Freud: La sublimación de los instintos constituye un elemento de la civilización sobresaliente, pues gracias a ella las actividades psíquicas superiores, tanto científicas como artísticas e ideológicas, pueden desempeñar un papel muy importante en la vida de los pueblos civilizados . Si cediéramos a la primera impresión, estaríamos tentados a decir que la sublimación es, en principio, un destino instintual impuesto por la civilización; pero convendría reflexionar más al respecto.
Podría decirse, entonces, que la sublimación es el destino que la cultura proporciona a los instintos, pero no esto siempre una verdad, ya que existe otro mecanismo: la represión (Verdrangung) instintual que también tiene origen en la civilización, conjuntamente con la necesidad del orden y de la limpieza que como vimos, está presente en la génesis de la civilización.
La sublimación tiene una energía propia, pues desexualiza las pulsiones y las deja residualmente convertidas en productos culturales sin energía sexual. Por eso es interesante ver la importancia que Freud asigna al amor en su estudio de la civilización, pues según él, la desexualización pulsional libera los instintos de muerte y destrucción y entonces la civilización llevará en sí el germen de la autodestrucción.
FREUD Y EL AMOR EN LA CIVILIZACION
Habermas, con su especial interés por la hermenéutica, en Conocimiento e Interés (1990), interpreta magistralmente a Freud como sociólogo: Freud entendió la sociología como psicología aplicada. En sus escritos sobre la civilización se comportó como un sociólogo. Son pues, las cuestiones del psicoanálisis las que le condujeron al campo de la teoría de la sociedad. El psicoanalista se sirve de un concepto preliminar tanto de normalidad como de desviación cuando considera como síntoma ciertas perturbaciones de la comunicación, del comportamiento y del organismo. Pero, evidentemente, estos conceptos están determinados culturalmente y no pueden ser definidos con respecto a una situación inmutable. Para Freud, Eros y Anaké se convirtieron en los padres de la civilización humana, cuyo primer fin fue el facilitar la vida en común al mayor número de seres. La experiencia es que el amor sexual (genital) ofrece al hombre las más intensas vivencias placenteras, estableciendo el prototipo de toda felicidad, con lo cual el erotismo genital puede hacerse el centro de la vida del hombre y que la separación o rechazo del objeto amado le haga sufrir y experimentar los mayores sufrimientos.
Habermas, con su especial interés por la hermenéutica, en Conocimiento e Interés (1990), interpreta magistralmente a Freud como sociólogo: Freud entendió la sociología como psicología aplicada. En sus escritos sobre la civilización se comportó como un sociólogo. Son pues, las cuestiones del psicoanálisis las que le condujeron al campo de la teoría de la sociedad. El psicoanalista se sirve de un concepto preliminar tanto de normalidad como de desviación cuando considera como síntoma ciertas perturbaciones de la comunicación, del comportamiento y del organismo. Pero, evidentemente, estos conceptos están determinados culturalmente y no pueden ser definidos con respecto a una situación inmutable. Para Freud, Eros y Anaké se convirtieron en los padres de la civilización humana, cuyo primer fin fue el facilitar la vida en común al mayor número de seres. La experiencia es que el amor sexual (genital) ofrece al hombre las más intensas vivencias placenteras, estableciendo el prototipo de toda felicidad, con lo cual el erotismo genital puede hacerse el centro de la vida del hombre y que la separación o rechazo del objeto amado le haga sufrir y experimentar los mayores sufrimientos.
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